Fue un sueño recurrente el que guio a Jung en su pasión por entender la mente humana. Durante años, soñó que al lado de su casa había un ala secreta. En el sueño, se preguntaba a sí mismo cómo era posible que nunca se hubiera fijado en el ala secreta y cada vez exploraba ese añadido misterioso. Poco a poco, analizando con paciencia las experiencias que tenía en el ala secreta, llegó a comprender que aquel añadido misterioso era su inconsciente, en el que encerraba todo aquello que rechazaba o reprimía.
Durante décadas, Jung buscó incesantemente alguna explicación científica que le permitiera trabajar con el inconsciente individual y colectivo de sus pacientes, una teoría que pudiera ser plenamente satisfactoria para él, que diese cabida a sus observaciones respecto a sus sueños y a los de sus pacientes.
Al fin, en un sueño que tuvo en 1926, encontró la pista que guiaría su labor durante el resto de su vida. Aquella noche, en un sueño particularmente vívido, soñó que estaba aprisionado en el siglo XVII. Interpretó el sueño como una llamada a la alquimia, que alcanzó su máximo esplendor en ese siglo. «Solo tras descubrir la alquimia he comprendido claramente que el inconsciente es un proceso y que las relaciones del yo con la mente y sus contenidos inician una evolución, una verdadera metamorfosis de la mente», afirmó el psicólogo suizo.
Jung empezó a investigar acerca de esta disciplina milenaria y llegó a poseer la mayor biblioteca alquímica de Europa. Consolidó una sólida y riquísima interpretación psicológica y mental de la alquimia que resulta inspiradora y útil para comprendernos y gestionarnos cada día un poco mejor. Vamos a verlo.