La aceptación

La aceptación es un concepto que hemos de tener profundamente incorporado porque es la piedra angular en la que se basa este método. Pero además lo es también para cualquier otro sistema de trabajo cuyo fin sea la evolución personal y aun en el caso de que no nos tratemos conscientemente de ninguna manera, el hecho de vivir con aceptación es ya un completo mecanismo de crecimiento personal.

Aceptar significa no clasificar, ni juzgar, permitiendo que la vida se nos explique por sí sola, con el convencimiento de que todo lo que sucede tiene sentido aunque nosotros no podamos comprenderlo.

No debemos confundir aceptación con pasividad o estancamiento porque estas dos últimas palabras son sinónimo de inactividad. La aceptación, por el contrario, ha de ser una actitud de reforzamiento interno ante la adversidad, sin huir de las circunstancias que se nos presenten, –porque de hacerlo, se nos volverá a presentar una situación semejante hasta que aprendamos a trascenderla– pero sin encararlo como una batalla sino como una prueba a lo largo del “juego” en el que debemos convertir la vida.

Ya hemos comentado que no debemos confundir el concepto asumir con aceptar. Es fundamental tener claro este enfoque porque no es igual “asumir una desgracia”, que “aceptar una prueba”; no es lo mismo tener asumido que la vida es un valle de lágrimas, que aceptar que a lo largo de la vida se nos presentan muchos obstáculos o retos para seguir avanzado. Es imprescindible que nos liberemos cuanto antes de toda culpa y que consideremos la vida más como un juego que como un castigo. Al vivir de esta manera encontraremos respuestas sencillas a nuestros “porqués” y “paraqués” y caeremos con menos frecuencia en esos laberintos mentales que tanta energía nos roban y que también forman parte del “juego”. Pero si nuestro subconsciente se resiste e insiste en seguir planteándonos complicadas interrogantes debemos darle una sencilla contestación desde nuestra nueva consciencia hasta que haya integrado por completo los nuevos conceptos. Y digo sencilla porque la mente, inducida por el cuerpo emocional, es embaucadora y propensa a enredos y repetitivas “charletas”.

De alguna manera estaremos utilizando también la aceptación, cuando le demos tratamiento a una hipotética situación que nos produce malestar por el miedo que nos causa, el sólo hecho de pensar, en pasar por ella. Es por eso que podemos también utilizar este método para eliminar experiencias sin tener que atravesarlas realmente. Esto sería como anticiparse a las “jugadas” antes de que se presenten y eliminar, de esta manera, su razón de ser. Pues no tendría sentido que se nos presentara un conflicto para el cual ya tenemos la solución. El miedo, en este tipo de ejercicios, se utiliza como detector y nuestro sistema de canalizar y dar una dirección a la Energía, como mecanismo de acción. ¿Cómo se descubren esas pruebas por anticipado? Están siempre ocultas en el malestar que nos provoca el miedo a pasar por ellas y si conseguimos aniquilar ese miedo, se habrá extinguido la necesidad de atravesar por el hecho en cuestión. ¿Cómo se quita el miedo? Dándole Energía de Amor al malestar. ¡Más sencillo, imposible! Y podríais preguntar ¿Entonces estaríamos amando nuestro propio miedo? ¡Así es! Estaríamos amando nuestro proceso de vida y el miedo, en este caso, estaría colaborando, con su presencia anticipada, para allanarnos el camino. Por eso no es tan descabellado que amamos también ese dispositivo de ayuda en que, en este caso, puede convertirse el miedo. Pues el miedo contiene también, dentro de sí mismo, la semilla de su propia destrucción.

Hemos de aceptar y tratar con la Energía del Amor todo lo que se nos presente aunque eso sea, precisamente, nuestra resistencia a aceptar.

Es fundamental tratarse para que tanto la preocupación como el deseo excesivo descienda su intensidad transformando su inútil consumo energético en actividad creadora de bienes, ya sea ésta en forma de acción física o mental y para que el deseo se presente solamente en la justa medida que nos permita seguir avanzando. Pues cuando el deseo está en equilibrio se convierte en un lícito motor movilizador que nos conduce a la aspiración de la excelencia, pero aceptando la situación en la que nos encontremos en ese momento, como un medio para lograr el bien que todos merecemos.

La aceptación es también de vital importancia a la hora de canalizar Energía y dirigirla a una dolencia física, pues en cuanto dejamos de oponer resistencia y admitimos el dolor como parte del proceso que estemos atravesando, éste disminuye. Sin embargo, lo habitual, cuando tenemos un dolor, es querer huir de él, y de esa manera lo intensificamos consiguiendo que éste se convierta en una doble dolencia; la del propio dolor y la del estrés que nos produce la lucha por deshacernos de él. En ese estado no encontraremos espacio para tratarnos con la Energía. Pero en cuando entramos en la actitud de aceptación, el espacio mental aparece y podemos canalizar y enviar Energía tanto al dolor como a nuestro deseo de que éste se extinga.